Te has colado en la increíble
mente de mi abuelo. Has hecho que se le olviden decenas de coplas que cada día
nos cantaba, que no conozca a su familia, que no sepa cuántos años tiene y que
se le olvide su anécdota del repollo, esa que tantas veces nos contó. Parecía
que algo le decía que algún día la iba a olvidar y por eso la relató tantas
veces, que incluso ya me la sé de memoria. Así ahora, yo se la puedo contar.
A veces, incluso te atreves a
borrarle esa increíble sonrisa que alegra mis peores días, esos abrazos que
reconfortan y miles de recuerdos que han marcado mi vida.
Algo tan injusto para una persona
tan buena, que siempre lo dio todo por los demás, que no le molestaba hacerle
un favor a alguien, que defendía a su familia pasase lo que pasase y que
cuidaba de los suyos como nadie. No es justo.
¿Pero sabes qué? Que me quedo con
sus días de lucidez. Esos días donde por un momento te vas de su mente. Esos
donde por un increíble minuto sabe quién soy, donde me dice 20 veces que me
quiere con locura y donde yo le digo que es el mejor abuelo. Y lo mejor es que
él me entiende.
- - Abuelo, ¡cántame una coplilla!
Y sé que se esfuerza por recuperar
las decenas de palabras que formaban esas bonitas canciones, por rescatarlas
del olvido. Y a trancas y barrancas, con una voz suave, canta lo que puede,
porque tú, maldito Alzhéimer, le has robado ese torrente de voz que me ponía
los pelos de punta con la primera palabra.
Qué impotencia me haces sentir.
Algo que va convirtiendo cada día a quien fue la alegría misma en una persona
cada vez más frágil.
Te quiero abuelo. Vas a ser
siempre mi héroe.
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